Siempre hemos relacionado la palabra duelo con el proceso de superación de la profunda tristeza causada por la muerte de un ser querido pero, existen cantidad de situaciones que nos llevan a pasar por un duelo de manera muy similar. Hablamos de situaciones como, por ejemplo: la pérdida de un empleo, la ruptura de una relación sentimental y la incapacidad de concebir un hijo de forma natural, es decir, tras un diagnóstico de infertilidad.
El proceso de duelo es un duro camino hacia la restauración o adaptación de la vida hasta llegar a conseguir que se encuentre en un punto similar al que se encontraba antes del suceso que provocó dicho duelo.
Ningún proceso de duelo es igual en unas y otras personas pero, si existen una serie de consejos que pueden ayudar a que sea más consciente y llevadero. Lo que está claro es que todos, sin excepción, viviremos en algún momento de nuestras vidas una situación de estas características.
El proceso de duelo
El duelo se compone de una serie de reacciones físicas, emocionales y sociales como consecuencia de un proceso de elaboración de la pérdida de una situación o persona valorada con gran importancia en la vida de la persona que lo padece. La elaboración de dicho duelo transcurre desde que ocurre el acontecimiento en cuestión que desencadena el duelo hasta que se produce la recuperación y consta de una serie de fases o estadios de los cuáles hablaremos a continuación.
El proceso de duelo no es sólo una sensación, si no se trabaja y trata a conciencia puede derivar en una serie de problemas de salud e, incluso, problemas con las relaciones sociales y el entorno. Lo que desembocará en una crisis de vital importancia en la vida de quien lo sufre. El duelo en sí mismo no es una enfermedad pero, si no se siente y se supera puede desembocar en una de ellas.
Ante todo, mi mayor recomendación es que os deis tiempo, permiso y oportunidad para llorarlo. Las lágrimas son un importante desintoxicante para nuestro cuerpo y, fundamentalmente, para nuestro corazón. Es importante dejar fluir los sentimientos y no pensar que llorar no resulta beneficioso porque sí lo es. Gracias a las lágrimas destilamos rabia, dolor, ira, pena, vacío y hasta la sensación de soledad.
A ninguno nos gustan las despedidas, a nadie le resulta fácil despedir para siempre a un ser querido, un empleo o una relación sentimental. Es un cambio drástico en nuestras vidas. Hemos de integrar una nueva realidad, una vida nueva y hemos de empezar a construir nuestra nueva realidad piedra a piedra. No tengáis prisa, todo tiene su tiempo y aunque parezca un tópico y en el momento de sufrimiento parece que el dolor no cesará nunca, también es una realidad: el tiempo pone cada cosa en su lugar y el tiempo todo lo cura. Date permiso para sentirlo porque debes sentirlo.
Cuando hablamos de un proceso de duelo no podemos marcar tiempos porque su duración dependerá de la capacidad de elaboración de cada persona.
Las fases del duelo
Negación/incredulidad: en el momento de la pérdida o de la noticia de ésta nuestra primera reacción es negar el hecho en sí, no poder creerlo o no entender por qué ha ocurrido, debe haber un error. Hemos de darnos el tiempo necesario para encajar una noticia de este calibre.
Ira: en este momento aparecen los sentimientos de enfado, rabia e ira. Se intentan buscar culpables y se carga contra ellos.
Negociación: este es el instante en el que empezamos a intentar salir del agujero que la pérdida nos ha causado pero, por medio de rehuir la realidad. Se intenta buscar una solución rápida que nos alivie el dolor.
Depresión y tristeza: en esta fase aparecen los sentimientos más profundos de vacío, tristeza y soledad. Es en este momento cuando nos damos permiso para sentirlos. Es normal, es doloroso pero, va a pasar.
Aceptación: hemos integrado nuestra pérdida y empiezan a aparecer nuevas personas, proyectos y caminos que nos abren las puertas a las nuevas ilusiones que darán paso a nuevos sentimientos de felicidad.
Consejos para superar el duelo
Como os he dicho anteriormente, una de las cosas que me parecen fundamentales es dejarse llevar, siéntelo, vívelo, llóralo. Hemos de aceptar la pérdida y las pérdidas duelen. Un mes, tres meses o un año o dos, el tiempo que sea necesario pero, el tiempo también irá cerrando la herida que hoy crees que nunca dejará de doler.
Otro de los grandes fundamentales en el proceso de duelo es nuestra red social. No olvides apoyarte en ellos porque la gente que de verdad forma parte de tu vida es la que más puede ayudarte a superar los peores momentos. Haz planes con ellos, cuéntales cómo te sientes, diles que te escuchen, aprovecha y diles cuánto los necesitas. Seguro que van a responderte como es debido y ello te va a hacer sentir mucho mejor.
No dejes de hacer aquello que te hacía feliz antes de este acontecimiento tan duro. Si los miércoles te ibas a correr, sigue corriendo. Si el jueves era el día de disfrutar tu programa favorito en la tele, no dejes de hacerlo porque esa persona ya no esté a tu lado, por ejemplo. No perdamos nuestras costumbres rutinarias, nuestros horarios también pueden ayudarnos a despejar la mente y aliviar el corazón. No olvides que lo que te hacía feliz, te hacía feliz a ti y tú sigues formando parte de tu vida. No te olvides de ti, no te abandones.
Es el momento de sentarte contigo mismo y reforzar el vínculo contigo mismo. Qué es lo que tú necesitas, quién eres y que rol ocupas en tu vida. Es el momento de marcar tu camino y pensar hacia dónde deseas ir. Mira en tu interior y encontrarás las respuestas, escúchate como nunca antes lo habías hecho. Quiérete más que nunca.
Con el tiempo y con cada aprendizaje nuevo en este camino, el dolor irá remitiendo hasta que un día te des cuenta que dejó de doler y ahora solo queda una pequeña cicatriz que nos recuerda que somos un poco más fuertes y más valientes porque somos capaces de superar hasta aquello que pensábamos era imposible.
Olaya Martínez
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