
Hay días en los que cualquier cosa (una palabra, un gesto, una mirada...) nos atraviesa como si fuera un puñal. Reaccionamos con más fuerza, rabia, tristeza o miedo del que la situación en sí merece... Y solemos preguntarnos ¿Qué ha pasado?, ¿Por que esto me ha movido así?...
No hace falta haber vivido un gran trauma para llevar heridas dentro. Ni haber tenido una infancia de película de terror, ni un padre maltratador o una madre drogadicta... A veces, basta con haber sido una niñ@ que necesitaba ser mirada y no lo fue...
Basta con haber esperado una palabra de consuelo que nunca llegó, con haber llorado en silencio porque "no era para tanto" o con haber necesitado un abrazo que los horarios apretados no permitieron.
Y ahí, en lo más pequeño, es donde muchas veces se hace grande el dolor.
Este post no va de culpas, va de comprensión. No va de buscar responsables, sino de encontrar respuestas. Porque en ocasiones nuestro presente nos pesa más de lo que debería y no es por lo que pasa fuera, sino por lo que llevas dentro desde hace mucho.
Lo que quizás no recuerdas, pero sigues repitiendo...
Quizás hoy te molesta que tu pareja no te conteste rápido un mensaje, o te bloqueas ante cualquier crítica, aunque esta sea constructiva, o te desbordas de ira si alguien te hace sentir ignorada... Y claro, todo esto parece "normal", hasta que te detienes y lo miras más en profundidad...
Porque a veces no es tu yo adulto el que está reaccionando, es tu niña/niño herido. Es esa parte de ti que sigue esperando lo que no tuvo, y que cuando no lo encuentra entra en pánico.
Tu cuerpo sigue aquí, en el 2025, pero tus emociones... esas siguen ancladas en el pasado.
De adultos aprendemos a racionalizar: "Claro, mis padres trabajaban muchas horas para darme lo mejor". Y si, eso también es verdad, pero no invalida a esa niña, en sus ojos de niña, que solo veía que papá o mamá no estaban... Y en su mundo pequeño, eso dolía.
Lo que para un adulto es responsabilidad, para un niño puede sentirse como abandono, lo que para ti ahora es "mi madre era muy exigente porque quería que fuera la mejor", para tu niña pudo ser "nunca fui suficiente".
Como se puede manifestar hoy esa niña herida.
Esa parte de ti aparece más de lo que te puedes imaginar:
- Cuando te cuesta poner límites porque no quieres que se enfaden contigo o porque simplemente sientes que si no, pueden dejar de quererte.
- Cuando sientes que tienes que hacerlo todo tú y sobre todo, todo bien, para merecer validación y cariño.
- Cuando te sientas callada aunque te duela por miedo a ser rechazada.
- Cuando necesitas complacer a todo el mundo incluso por encima de tu propio bienestar...
Si te paras a pensar, la base de todo es la misma... Y debemos dejar de usar la frase "yo soy así", porque "ser así", no puede pasar por encima de tu propio bienestar. Eso son patrones de supervivencia emocional que aprendiste y que sigues repitiendo, porque en su momento pudieron servirte para sentirte querida.
Sanar no es borrar el pasado, es hacer las paces con el.
No vamos a "curar" a esa niña interior como si estuviera rota, ella no está rota, pero ella si se siente sola y está esperando que por fin alguien le diga: "Te veo. Te escucho. Ya no estás sola." Y esa, tienes que ser tú.
Porque esto no es tu culpa, pero si es tu responsabilidad como adulta. Tú no elegiste tus heridas, no elegiste tener que crecer deprisa, o sentir que no podías ser tu misma. Pero hoy si puedes elegir que hacer con eso.
Puedes seguir reaccionando desde el dolor o puedes empezar a mirar a esa niña y preguntarte que es lo que necesita de ti.
Porque mientras tú sigues esperando que tu pareja, amigos, familias o en tu trabajo te den eso que te faltó, sigues dejando tu bienestar en manos del exterior... Y sanar es junto o contrario, es volver a ti, a tu verdad, a tu esencia y tu poder. Porque cuanto más vista te sientas por ti, menos necesidad tendrás de que otros llenen tus vacíos.
¿Y ahora qué?
Quizás hoy no sepas por donde empezar, y por supuesto, no debes hacerlo todo a la vez, pero voy a proponerte algo sencillo, para que poco a poco intentes volver a conectar con esa niñ@ que igual dejaste un poco abandonada por miedo a enfrentarte a todo lo que ella sentía:
- Busca huequitos en tu día para parar un momento y escuchar lo que sientes, lo que sientes de verdad y por supuesto sin juicio.
- Intenta escribirle una carta a esa niñ@ que fuiste, como si de verdad estuvieras hablando con el/ella, si no te sientes cómoda escribiendo, busca un momento e intenta conectar con el/ella mediante la meditación o el método que más cómoda te haga sentir.
- Pregúntate siempre antes de reaccionar: ¿Esta emoción es mía... O es de mi niñ@?
- Y sobre todo, trátate con la dulzura y comprensión con la que tratarías a una niñ@ de verdad.
Porque lo eres, lo sigues siendo, solo que ahora tienes la oportunidad de convertirte en la adulta que necesitabas entonces.
Quiero cerrar esto compartiéndoos un ultimo pensamiento, tú no necesitas cambiar quien eres... Solo necesitas abrazar a quien fuiste. Porque cuando tu niñ@ se siente segura, vista y cuidada... Entonces ahí sí aparece la adulta. La que pone limites, la que respira antes de reaccionar, la que no necesita gritar para que la escuchen.
Olaya Martínez Gil
Escribir comentario