
"El pesimista se queja del viento; el optimista espera que cambie; el realista ajusta las velas." William George Ward
En nuestros peores momentos, cuando la incertidumbre nos acecha y no sabemos muy bien que camino tomar, en muchas ocasiones aparece esa voz interna que nos dice "no vas a poder", o incluso todo lo contrario, aparece esa otra "todo irá genial, no podría ser de otra manera...". Entre estos dos extremos debemos tener en cuenta que el pesimismo nos paraliza, pero que el exceso de optimismo muchas veces nos ciega; y entre todo esto existe una vía mucho más útil, menos ruidosa y mucho más efectiva: El realismo.
Y aunque no suene tan atractivo como "ver el vaso medio lleno", actuar con realismo puede ser una de las decisiones más poderosas que tomemos en nuestro día a día. No porque nos permita tomar el camino perfecto, sino porque nos permite tomar decisiones más conscientes, adaptarnos mejor a los cambios y conectar con nosotros mismos desde la responsabilidad de nuestros actos.
¿Qué es el realismo y qué no lo es?
Empecemos por romper una idea errónea y muy extendida: ser realista no es ni ser frío, ni una persona escéptica, ni resignada... No se trata de renunciar a la esperanza. El realismo no anula las emociones, sino que las pone en contexto. Implica mirar lo que hay, sin dramatizarlo ni endulzarlo, y desde ahí, decidir como actuar.
Mientras el pesimismo anticipa catástrofes y el optimismo promete finales felices, el realismo te obliga a hacer una pausa, observar y decir: "¿Qué está pasando exactamente? ¿Qué opciones tengo? ¿Qué depende de mí y que no?".
A menudo, muchas personas con las que trato, se sorprenden al darse cuenta de que gran parte de su sufrimiento no viene tanto de lo que les ocurre, sino de las expectativas poco realistas que tenían sobre como deberían haber sido las cosas.
Los extremos no ayudan
El optimismo puede resultarnos muy útil cuando nos impulsa a actuar. Pero cuando se convierte en una negación de la realidad, puede sernos muy peligroso... Frases como "Si piensas en positivo, todo saldrá bien", la gente no las dice con mala intención, normalmente todo lo contrario, pero también pueden alimentar una culpa innecesaria cuando las cosas no salen como esperábamos. No todo siempre es cuestión de actitud, aunque esta ayude, hay contextos, límites y muchos factores externos que no están en nuestra mano.
En cambio, por otro lado, el pesimismo, aunque en ocasiones sintamos que nos proteja, en lugar de eso, lo que ocurre la mayoría de ocasiones es que nos deja inmóviles. Cuando vivimos anticipándonos a lo peor, dejamos de intentarlo. Pensamos que el fracaso es inevitable, y sin darnos cuenta, eso que temíamos se convierte en una profecía autocumplida.
Ambas actitudes nos desconectan totalmente del presente. Nos llevan a vivir más en nuestros pensamientos que en la realidad. El optimismo nos proyecta hacia un futuro idealizado; el pesimismo hacia un futuro temido. En cambio, el realismo nos trae de vuelta al aquí y ahora, a lo que si hay y a lo que si puedo hacer.
El valor de la objetividad emocional
A veces hablamos de realismo como si fuera una habilidad puramente cognitiva, pero no lo es. Requiere también de tener una madurez emocional. Ser realista implica, entre otras cosas, tolerar la frustración, aceptar la incertidumbre y no actuar con impulsividad.
Esto no significa reprimir lo que sentimos, sino permitirnos sentir sin quedarnos atrapados ahí. Por ejemplo, es totalmente válido sentirse decepcionado si alfo no sale como esperábamos. La clave está en no construir un dialogo de derrota permanente a partir de ese hecho. Tampoco fingir que no duele....
El realismo, en otras palabras, es aceptar que las emociones son válidas, pero no siempre son una brújula precisa para actuar.
Tips para cultivar una mirada realista
Como todo, para poder actuar con realismo ante las situaciones que se nos presenten en la vida, conlleva práctica, reflexión... Aquí os dejo unas claves que podéis ir aplicando en vuestro día a día:
- Aprende a observar sin interpretar. La mayoría de veces, damos por hecho que lo que pensamos es verdad. Pero una cosa es lo que ocurre, y otra muy distinta es lo que nosotros interpretamos de ese hecho. Entrenar esta diferencia es fundamental.
- Amplía tu perspectiva. Cuando estamos inmerso en una emoción muy intensa, es difícil ver más allá. Por eso puede ayudar mucho dar espacio y tiempo. También comunicárselo a alguien de confianza, o incluso escribirlo, sacarlo de nuestra mente para plasmarlo en otro sitio para poder crear una imagen diferente.
- Ten en cuenta los matices. El mundo no es blanco o negro, hay muchas tonalidades en el arcoíris... Ni todo está perdido, ni todo esta ganado.
- Acepta lo que no puedes controlar. Esto no es rendirse, es conocer nuestros límites. Luchas contra lo incontrolable solo nos desgasta. Debemos enfocar la energía en lo que sí está en nuestra mano.
- Da espacio a la esperanza, pero con los pies en el suelo. Una cosa no va de la mano de la otra. Puedes desear que algo salga de cierta manera, pero estar preparado por si eso no fuera así.
Realismo es sinónimo de flexibilidad
Un error muy común es pensar que una persona realista siempre ve todo de manera neutral, pero ser neutral con todo es imposible. Todos tenemos emociones activadas, experiencias anteriores... Y ser realista no es eliminar todo eso, sino controlar como influye eso en la toma de decisiones.
Y lo más importante, el realismo nos ayuda a ser más flexibles, a poder revisar nuestras ideas cuando aparecen nuevas situaciones. A permitirnos cambiar de rumbo si la actitud que hemos tomado inicialmente no funciona. A pedir ayuda si nos damos cuenta que solos no siempre podemos.
La clave para afrontar del mejor modo una situación complicada no es siendo el más positivo, es aprender a distinguir lo que es útil de lo que no lo es. Y ahí el realismo es una brújula mucho más fiable que cualquier pensamiento automático.
El realismo también cuida
No se suele relacionar el realismo con el autocuidado, pero la realidad es que si lo es. Cuando somos realistas:
- No nos exigimos imposibles.
- No nos culpamos de las cosas que escapan a nuestro control.
- No nos ilusionamos con fantasías que luego duelen al romperse.
- No nos hundimos ante los errores, sino que nos sirven de aprendizaje.
Ser realista nos ayuda a tratarnos con respeto. Escuchar lo que necesitamos, sin filtros. Tomar decisiones desde el conocimiento y no desde el miedo. Estar presentes en nuestra vida, aunque a veces duela.
Olaya Martínez Gil
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