Estos últimos días me han dado para reflexionar mucho acerca de la “impecabilidad”.
En consulta, cuando nombro la impecabilidad hay mucha gente que me pregunta: ¿Y qué significa eso? A lo que yo miro más que sorprendida porque me cuesta creer que alguien no entienda lo que quiero decir cuando hablo de la importancia de ser impecables en nuestra vida.
Pero si, lo explico con todo el amor y les cuento cómo intento ponerlo en práctica yo en mi día a día (unas veces más exitosamente que otras, claro está).
Y es que ser personas impecables no resulta nada fácil, no al menos mirando al mundo y al resto de personas con ojos enjuiciadores y creyéndonos sabedores de las verdades más absolutas.
Practica la Impecabilidad
Impecable es aquel incapaz de pecar, según la Real Academia Española de la Lengua.
Impecable es aquel que practica la bondad, según mi forma de verlo. La bondad sin excusas, la bondad sin peros, la bondad sin “es que”,…
La bondad es dedicarnos a ser mejores y a potenciar la mejora en el otro desde lo constructivo, desde lo que nos ayuda a crecer, desde el corazón y no desde la rabia, ira, pelea y batalla. La bondad debería ser nuestro bien más preciado.
Porque siendo bondadosos en cada momento de nuestra vida, seremos impecables.
Ser impecables nos permite crecer y no solo se trata de pensar cosas bonitas o querer que al resto les sucedan cosas bonitas, se trata de que también mis acciones acompañen dichos pensamientos. Somos cada uno de nosotros los que hacemos más bonito este mundo, o todo lo contrario.
Ser feliz con la felicidad de los demás, alegrarte con la alegría de los demás, enriquecerte con las buenas noticias de los demás, denota en ti una alta autoestima y una gran valoración de tu propia vida. Sin embargo, si los éxitos ajenos generan malestar en ti, lo que se deja ver es una falta de autoestima y una potente inseguridad. Lo que te hacen sentir las acciones y noticias de los demás dice más de ti que de ellos mismos.
Aunque no lo creas, desear el bien en el otro y regocijarte con sus triunfos, también va a generar una bonita sensación de bienestar en ti. Intenta practicarlo, verás que no te engaño. De hecho, te invito a que intentes sacar todos los días un ratito para salir a caminar. No hace falta que inviertas demasiado tiempo, pongamos unos 20 minutos. Fíjate en cada una de las personas con las que te cruces y mentalmente deséales cosas buenas; que les vaya bonito. Verás que vuelves a casa con una sensación mucho más agradable que cuando saliste. El bien general más bien, así como el mal, todo lo contrario. Ejercita tu mente para pensar con bondad.
Todo lo que salga de ti, volverá a ti
Así es como lo veo yo y de igual modo lo percibo.
Hace unos días tenía una conversación a este respecto con alguien muy querido. Él me decía algo incrédulo:
- ¿Me estás diciendo que si alguien te insulta, tú no le contestas de igual manera?
Y mi respuesta fue:
- Por supuesto que no.
Como he dicho anteriormente, unas veces reacciono más exitosamente que otras (tampoco soy una illuminatis, jejeje). Pero si os aseguro hago un fuerte ejercicio de consciencia e impecabilidad para conseguirlo en la gran mayoría de las ocasiones. Intento no dejarme llevar por la impulsividad y la negatividad porque ello solo traerá más de eso mismo.
Mi respuesta aún continuó un poco más:
- Si yo insulto porque alguien me insultó a mi primero. ¿En qué me convertiría mi acción?
Efectivamente, me convertiría en lo mismo que critico, o quizás en alguien aún más inconsciente, porque pudiendo actuar de forma más impecable, decido responder con la misma agresividad con la que se me trató a mí. Si yo juzgo a alguien como agresivo y respondo con la misma agresividad… ¿No me convierte ello en alguien peor?
Por tanto, ante un ataque, respirar y paz. Ante una injusticia, más dosis de justicia. Ante una mala palabra, una mejor. Ante la oscuridad, intentar dar luz. Ante la tristeza, intenta sacar tu alegría. Ante una falta de respeto, actúa con todo el respeto del mundo.
Todo esto es a lo que yo llamo ser impecable y ante la impecabilidad solo queda un camino… la paz.
Olaya Martínez Gil
Escribir comentario