La magia de las creencias y la fe

Nuestras creencias son la base para ponernos en marcha y conseguir todo aquello que nos propongamos, pero también pueden ser nuestras grandes enemigas y unos fantásticos límites para nuestra velocidad.

 

Las creencias que cosechamos hablan de nosotros, de nuestro interior, de nuestras experiencias y de nuestros pensamientos acerca del mundo y de nosotros mismos, en definitiva, de nuestra fe.

 

 

¿De dónde nace una creencia? Finalmente, toda creencia nace de la experiencia. Pero esto puede resultarnos engañoso porque de una sola experiencia determinada y su consecuente resultado, solemos asentar creencias muy profundas que pueden resultar limitantes en nuestra vida. Esa creencia nos habla de un momento concreto y de un resultado determinado. Pregúntate qué pasaría si fueras capaz de borrar el pasado de tu mente, lo que sucedió ayer y lo que creíste sobre todo ello.

 

¿Podría quizás obrarse la magia y dar la oportunidad a creer algo diferente y de obtener un resultado diferente también sobre una situación similar?

Creencias e Infertilidad

En este sentido hablamos mucho en las sesiones con mis pacientes de infertilidad. Los resultados de tratamientos pasados suelen condicionar enormemente la experiencia actual y de ello nace el miedo, el temor por el nuevo fallo, a no conseguirlo. Todo esto impide disfrutar el nuevo camino, este regalo que aún está por destapar y qué pena no poder hacerlo, cuando el motivo de esta travesía es algo tan especial como la posible llegada de un hijo.

 

Cada nueva oportunidad es “LA OPORTUNIDAD”, vivirla como una derrota desde el inicio no sólo no acompaña la energía de éxito de la que estaría bien alimentarse, sino que hace que tu experiencia sea muy angustiosa y casi dramática.

 

Para esto de lo que os hablo (y para muchas otras cosas) me encanta fijarme en nuestros “Maestros niños”. Fijaos en ellos y aprendamos de todo lo que tienen para mostrarnos. Frescura, ternura, apertura, capacidad, posibilidad,… ¡Magia! Con 2-3 años los niños todavía no tienen asentadas firmes creencias y esto les permite no tener expectativas, por tanto, cada nueva experiencia es NUEVA y se vive con total entusiasmo, es toda una aventura.

 

Me gusta ver a los niños como seres que ven en panorámico, como personitas que son capaces de creer en todo y a los que nada pone límites. Eso les permite vivir cada instante con la pasión del: ¿Qué pasará si hago esto? ¿Y si hago esto otro?

 

Con el paso de los años, de la experiencia, de lo que nos dicen “los mayores”, de los tropiezos, nuestra visión va perdiendo calidad y lo que antes era panorámico poco a poco va quedándose sin anchura y casi se vuelve una fina línea en recto de la que no debería salirme si no quiero volver a caer. ¿No os parece súper limitante? Pues exactamente eso es lo que dejamos que suceda con nuestras creencias. Una cosa es ser realista, otra ser idealista y otra ser un incrédul@.

 

Si hablamos de realismo, hablemos de que, ante una situación nueva, por muy parecida que sea a una anterior, los resultados pueden ser diferentes. Una nueva oportunidad es como ella misma dice: NUEVA y por tanto, hemos de ser capaces de intentar al menos vivir con la chispa del ¿Qué pasará? Sin determinar que tal resultado es el probable porque yo lo sé porque ya me pasó.

 

 

Mi dosis de realismo de hoy es: hoy es nuevo y está por abrir. Vívelo con ilusión e intensidad.

 

Olaya Martínez 

Psicóloga en Valencia

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Nº de Colegiada CV-13970